viernes, 10 de enero de 2020

Ser lo mejor que se pueda

“Un rey salió a su jardín una mañana y descubrió que todo se estaba marchitando y muriendo. Preguntó a un roble que se encontraba cerca de la puerta cuál era el problema. Descubrió que estaba cansado de la vida y se había resuelto a morir, porque no era alto y hermoso como el pino. El pino estaba descorazonado porque no podía dar uvas como la parra. La parra estaba por acabar con su vida, porque no podía elevarse derecha y tener un fruto tan hermoso como la granada. Entonces, se acercó a un pensamiento (viola tricolor), que brillaba con todos sus colores. El rey dijo: “-Oh, pensamiento, me alegra encontrar a una valiente pequeña flor en medio de este desánimo y muerte. No pareces desanimada ni siquiera un poco. “-No, su Majestad. Sé que soy insignificante, pero llegué a la conclusión de que usted quería un pensamiento cuando me plantó. Si usted hubiera querido un roble o un pino, una parra o una granada, así lo habría dispuesto. Así que, resolví ser el mejor pensamiento que pueda”. Esto me hizo recordar el tintineo de dos monedas de una viuda, al caer en las arcas, que ha resonado a lo largo de los siglos (Lucas 21: 1 – 4), así como el fervor de la oración de un publicano que abrió las ventanas de los cielos (Lucas 18: 9 – 14). Y ni que decir de la fragancia del perfume de alabastro todavía persiste en el aire (Marcos 14: 3). Las pequeñas obras de amor enviarán un reflejo de alegría a tu propio corazón, y el desempeño fiel de las responsabilidades en la esfera en la que te encuentras ampliará esa esfera, y pronto escucharás el llamado: “Entra en el gozo de tu Señor”.