“Un rey salió a su jardín una mañana y descubrió que todo se
estaba marchitando y muriendo. Preguntó a un roble que se encontraba cerca de
la puerta cuál era el problema. Descubrió que estaba cansado de la vida y se
había resuelto a morir, porque no era alto y hermoso como el pino. El pino
estaba descorazonado porque no podía dar uvas como la parra. La parra estaba
por acabar con su vida, porque no podía elevarse derecha y tener un fruto tan
hermoso como la granada. Entonces, se acercó a un pensamiento (viola tricolor),
que brillaba con todos sus colores. El rey dijo: “-Oh, pensamiento, me alegra
encontrar a una valiente pequeña flor en medio de este desánimo y muerte. No
pareces desanimada ni siquiera un poco. “-No, su Majestad. Sé que soy
insignificante, pero llegué a la conclusión de que usted quería un pensamiento
cuando me plantó. Si usted hubiera querido un roble o un pino, una parra o una
granada, así lo habría dispuesto. Así que, resolví ser el mejor pensamiento que
pueda”. Esto me hizo recordar el tintineo de dos monedas de una viuda, al caer
en las arcas, que ha resonado a lo largo de los siglos (Lucas 21: 1 – 4), así
como el fervor de la oración de un publicano que abrió las ventanas de los
cielos (Lucas 18: 9 – 14). Y ni que decir de la fragancia del perfume de
alabastro todavía persiste en el aire (Marcos 14: 3). Las pequeñas obras de
amor enviarán un reflejo de alegría a tu propio corazón, y el desempeño fiel de
las responsabilidades en la esfera en la que te encuentras ampliará esa esfera,
y pronto escucharás el llamado: “Entra en el gozo de tu Señor”.