jueves, 2 de enero de 2020

Pura apariencia

Durante los duros años de la Segunda Guerra Mundial, la moda era austera y, dado que la materia prima era escasa, la ropa se confeccionaba con un mínimo de tela. Al terminar la guerra, la gente se volcó a la frivolidad y buscaba ropa más sofisticada. En 1947 Christian Dior presentó su nueva línea de ropa en París, llamada “Corolle” (en alusión a la corola, o anillo de pétalos, de una flor). Caracterizada por el uso excesivo de tela, rompía con la monotonía de aquella austeridad (sus vestidos requerían entre 9 y 70 metros de tela). La moda fue ganando un lugar central en la vida de muchos definiendo identidades sociales y creado o modificando patrones de comportamiento y consumo. En la Italia del Renacimiento, 500 años antes, la burguesía utilizaba la moda para distinguirse de la vieja aristocracia. Se volvió un fenómeno de pertenencia grupal, estatus, ostentación, lujo, frivolidad y un énfasis claro en las apariencias. La Biblia en cambio, se preocupa mucho más por el adorno interior, manifestado mediante un carácter semejante al de Cristo. 1 Pedro 3: 3 y 4 nos enseña que lo que debe atraer a los demás es la belleza de un espíritu tierno y sereno, precioso a los ojos de Dios. Para el apóstol Pablo en 1 Timoteo 2: 9 es más importante nuestra capacidad de amar y servir a los demás y no nuestra apariencia exterior.