sábado, 4 de enero de 2020

Rapidos y furiosos


Vivimos en la era de la velocidad. Nos encanta la comida rápida, tenemos Internet de ultra velocidad, computadoras con procesadores más veloces y automóviles que pueden acelerar de 0 a 100 km/h en 5 segundos. Los microondas calientan nuestra comida en segundos, exigimos trámites cada vez más rápidos y hasta incluso, existen divorcios rápidos. La velocidad parece convertirse en la norma, y nos impacientamos e irritamos al extremo cuando tenemos que esperar. Lo peor es que queremos aplicar esta fiebre por la rapidez a todos los procesos y las acciones olvidando que hay cosas que no pueden acelerarse. Los procesos de madurez física y mental, por ejemplo, necesitan respetar los tiempos asignados por el Creador. No podemos transformar a nuestros niños en adolescentes o jóvenes en forma prematura, porque no estarían preparados para afrontar los desafíos que estas etapas conllevan. Una personalidad sólida y un carácter sano requieren respetar los tiempos de madurez y crecimiento. Porque asi como los agricultores saben que no deben acelerar el crecimiento del fruto en la tierra, la madurez se alcanza solo al transitar las etapas que Dios ha establecido. “La tierra produce las cosechas por sí sola. Primero aparece una hoja, luego se forma la espiga y finalmente el grano madura.” (Marcos 4: 28).