Un conferencista mundialmente reconocido por sus charlas acerca
del manejo del estrés, mostró un vaso a medio llenar. Inmediatamente, todos
pensaron que consultaría la percepción de la audiencia. ¿Está medio lleno o
medio vacío? Pero preguntó: “¿Cuánto pesa este vaso?” Mientras respondían, siguió
con el brazo estirado, durante más de cinco minutos. Entonces, afirmó: “No
importa cuánta pesa. Lo importante es cuánto tiempo lo sostengo”. Incluso hasta
la carga más liviana puede convertirse en una pesadilla si la sostenemos
durante mucho tiempo. A veces la carga más difícil de sobrellevar es la que
creemos que podemos soportar. Cuando nos vemos sobrepasados, acudimos
inmediatamente a Jesús. Pero cuando consideramos que nuestras fuerzas son
suficientes, y las dificultades se extienden temporalmente, nuestra mente y
nuestro corazón puede atrofiarse queriendo sobrellevar algo que bien podríamos haber
compartido con Cristo mucho tiempo antes. Posiblemente, más de un problema te
haya desgastado espiritual y emocionalmente. ¿Seguirás cargando tus problemas
en soledad o los compartirás con Cristo? “Vengan a mí todos ustedes que están
cansados y agobiados, y yo les daré descanso” Mateo 11: 28. No importa lo
grande que es el problema, sino el tiempo que transcurre sin que lo abandones a
los pies de Jesús. Puestos los ojos en Jesús, y nuestras cargas en sus manos, ¡La
carrera se hace mucho más liviana!