viernes, 17 de enero de 2020

Simple y sencillo

En nuestra sociedad tecnificada y sofisticada –basada sobre la imagen y recargada de materialidad-, las relaciones virtuales –mediadas por las redes sociales- implican dependencia de la tecnología. Padres e hijos se comunican mediante dispositivos electrónicos, aun bajo el mismo techo. Y personas físicamente presentes no logran comunicarse, pues están inmersos en el mundo virtual de sus celulares inteligentes. La imagen lo es todo. Quien no se viste a la moda pasa totalmente desapercibido, en el mejor de los casos, o es discriminado y segregado, en el peor de los escenarios. La tiranía de la moda impone una dependencia de sofisticaciones y accesorios. Inadvertidamente, lo simple y sencillo es más atractivo, eficaz e, incluso, hasta barato. Leonardo Da Vinci decía: “La simplicidad es la mayor sofisticación”. Necesitamos simplificar el mensaje evangélico, haciéndolo comprensible para personas totalmente ajenas a lo espiritual. La falta de sencillez en la explicación se debe a la incomprensión del tema, como afirma Albert Einstein: “Si no puedes explicarlo con sencillez, es que no lo has entendido lo suficientemente bien”. Pero resumir y simplificar demanda tiempo: “No tengo tiempo para escribir una carta corta, así que, en su lugar, escribiré una larga”, dijo Mark Twain. El analfabetismo bíblico de esta sociedad hipersecularizada demanda que nos esforcemos por vivir un evangelio sencillo, que nos lleve a relacionarnos con los demás genuinamente simplificando nuestra exposición de las verdades bíblicas. El destino eterno de las personas depende de ello.