domingo, 11 de febrero de 2018

Corazòn roto



A veces, un corazón roto cambia a las personas. Aprendes a ocultar tu amor y no solo a esconder tus sentimientos. Tienes que destruirlos, matarlos antes de que ellos te maten a ti. Y concentrarte en ti misma por primera vez. Ya no te enojas y solo observas, piensas, callas, te decepcionas y te alejas si es necesario. Llegas a la conclusión de que nadie le rompe el corazón a nadie, es uno mismo el que se lo rompe mientras trata de meterlo a la fuerza donde bien sabe que no cabe. Tu vida se vuelve un infierno cuando ardes de amor por alguien que pertenece a otro cielo. Pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo. Y solo a fuerza de desengaños descubres que los cuentos de hadas no existen y que algunos amores solo pueden vivir en tu corazón y no en tu vida. ¡Sientes que lo pierdes todo! Pero en realidad te liberas para hacer lo que debes. Entonces decides ser feliz, pero no por alguien, tampoco por algo. ¿Quizás con alguien? ¡Nada de eso! Eres feliz porque al fin y al cabo es lo que mereces. Aprendes que cada persona que conoces en la vida es como una hoja que enriquece tu árbol. Muchas se sueltan con el viento y otras no se desprenden jamás. Mi madre solía decir que el amor nunca se malgasta aunque no te lo devuelvan en la misma medida que mereces o deseas. –Déjalo salir a raudales –decía-. Abre tu corazón y no tengas miedo de que se rompa. Los corazones rotos se curan. Los corazones protegidos acaban convertidos en piedra. Un aplauso a mi corazón por aguantar tantas cosas.