Hay momentos en los que, miras atrás, y no sabes exactamente que pasó.
Solo sabes que, desde que pasó nada volvió a ser lo mismo que antes. Ya no es
lo mismo de ayer, nada es igual ni el sentimiento. Solo queda esa sensación de
no ser nada y no amar nada, que al final es lo mismo… De repente te das cuenta
de que todo ha terminado y que por más que te esfuerces ya nunca tendrás la sensación
de estar a tres metros sobre el cielo. ¿Hicimos mal en juntarnos? ¿Hicimos mal
en rompernos? Lo único que queda es aceptar el hecho de que ciertas cosas nunca
van a volver a ser como eran antes. ¿Lo peor? ¡Fingir que no te importa! ¡Fingir
que no le quieres y que no le piensas! ¡Fingir que no le extrañas y que no
quieres dormir a su lado! Fingir que aquí
no pasa nada; mejor dicho, pasan tantas cosas juntas al mismo tiempo que es
mejor decir que no pasa nada. Fingir que
una palabra no dice nada cuando al mismo tiempo lo esconde todo. Igual que el
viento esconde el agua, igual que el lodo esconde las flores. Fingir que una
mirada no dice nada cuando al mismo tiempo lo dice todo. Todo, nada ¡No hay
diferencia! No sé si “eso… fue todo” o “todo… fue eso”. Lo que si se es que
desde entonces “Nada es lo mismo”.