Cuánto vacío hay en esta habitación, tanta pasión colgada en la
pared.
Cuánta dulzura diluyéndose en el tiempo, tantos otoños contigo y
sin ti.
Millones de hojas cayendo en tu cuerpo, otoños de llanto goteando
en tu piel.
Iluminada y eterna, enfurecida y tranquila, sobre una alfombra de
hierba ibas volando dormida.
Un imposible silencio enmudeciendo mi vida, con una lágrima tuya y
una lágrima mía.
Iluminada y eterna, enfurecida y tranquila, sobre una alfombra de
hierba ibas volando dormida.
Con una estrella fugaz te confundí la otra noche y te pedí tres
deseos mientras duraba tu luz. ¡Déjame llorar!
Cuántas caricias perdidas en mi diván, cuánto reclamo a Dios mismo
que ya no estás.
Hago canciones de amor en tu memoria y en todas vuelvo como
siempre a la misma historia… (Ricardo Montaner)