sábado, 17 de febrero de 2018

Mientras exista la impunidad



El bien común se materializa  en las miles de decisiones diarias de aquellos que nos gobiernan. Una decisión equivocada violenta y lesiona la colectividad. Hay dos móviles que llevan a las personas a asociarse al crimen organizado: La ambición por el dinero fácil y la ignorancia de las implicaciones. Una vez adentro, ya no se puede salir… Las consideraciones de la persona inteligente siempre incluyen el analizar objetivamente el beneficio y el daño. Sin embargo muchos ceden a la tentación y se cumple lo dicho por Ovidio: Veo el mal y lo desapruebo, pero hago el mal. La disposición de engañar, de hacer trampas o aprovecharnos de la indefensión del otro es una triste constante en la historia humana. En tanto crezca la impunidad, habrá mayores incentivos para pasarse del lado de la ilegalidad. La impunidad premia el delito, induce a su repetición y le hace propaganda: estimula al delincuente y contagia su ejemplo. Más que leyes y controles se debe despertar en lo más profundo de la conciencia del individuo el discernimiento, no solo para diferenciar lo correcto de lo incorrecto sino también para que pueda refrenarse para actuar indebidamente. El grado en que los miembros de una sociedad reconozcan las leyes naturales y vivan en armonía con ellas, determinara que avancen hacia la supervivencia y la estabilidad o hacia la destrucción.