viernes, 16 de junio de 2017

La flor de la honestidad


Por el año 250 A.C., vivía en China, un príncipe que estaba buscando esposa por lo que decidió hacer un concurso entre las muchachas de la corte para ver quién podía ser digna de su propuesta. Una pobre anciana que servía en el palacio llegó a casa y le contó a su hija los planes del príncipe y ella sin dudarlo le dijo que también quería participar en la prueba. La joven llegó al palacio y allí estaban todas las jóvenes más bellas del lugar, vestidas con sus mejores ropas y con las más brillantes joyas. Entonces, el príncipe anunció el desafío: Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será la escogida, se convertirá en mí esposa y futura emperatriz de China. El tiempo pasó y la dulce joven cuidaba con mucha paciencia y ternura su semilla. Después de tres meses, la semilla seguía como el primer día y aunque veía cada vez más lejos su sueño, su amor por el príncipe, era cada día más profundo. Finalmente pasaron los seis meses y nada brotó de aquella semilla. La muchacha se presentó en el palacio en la fecha y hora acordada, sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos. Sus manos estaban vacías, mientras todas las otras pretendientes tenían una hermosa flor en sus manos. El príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención y anunció su resultado. La bella joven de las manos vacías sería su futura esposa. Los presentes no entendían por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe lo explicó: Esta muchacha, es la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en mi esposa y emperatriz, porque todas las semillas que os entregué eran estériles.