Exodo 13 al 16 nos habla de cómo los israelitas fueron
conducidos por una vía que se hallaba libre de acechanzas armadas. Dios dio a
los hebreos una columna de nube y de fuego para que supieran día y noche que Él
estaba con ellos. Posteriormente y sin ninguna posibilidad de escape de los
egipcios, Dios abrió un camino de tierra seca a través del mar rojo. Tiempo después
Dios endulzó las aguas amargas de Mara para que el pueblo pudiera beber. Los
israelitas recibían todas las mañanas el maná, con el cual hacían tortillas con
sabor a miel y por las tardes comían carne por medio de codornices enviadas por
Dios. ¡Sin embargo el pueblo continuaba quejándose (Éxodo 17) ¿Sabías que algunos
problemas se pueden resolver arreglando nuestras prioridades? Otros pueden ser
resueltos con el buen consejo. Pero otros sólo se pueden resolver con la
oración la cual silencia nuestros pensamientos y emociones y nos prepara para
escuchar. La congregación había tenido sed antes (15.22) y Dios había suplido
su necesidad, pero se olvidaron de la misericordia de Dios. Moisés acude al
Señor y le pide dirección. El Señor le
instruyó que tomara su vara y golpeara la roca y saldría agua. ¡Y así fue! Esta
roca golpeada nos recuerda que Cristo es nuestra roca y la figura central de la
historia de la redención. Al morir en la cruz, Él siente el golpe de la vara de
la maldición de la ley. 37 años después se presenta una segunda experiencia con
una roca (Números 20) En esta ocasión Dios le ordenó a Moisés que le hablara a
la roca, pero por decisión propia, la golpeó dos veces. Debido a este pecado,
no se le permitió entrar en Canaán. Al golpear de nuevo la roca, Moisés arruinó
el tipo: ¡Cristo solo puede morir una sola vez! Dice Hebreos 9: 26 – 28 que Cristo
fue ofrecido una sola vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para
quitar de en medio el pecado de muchos.