martes, 4 de diciembre de 2018

Agua de la roca


Exodo 13 al 16 nos habla de cómo los israelitas fueron conducidos por una vía que se hallaba libre de acechanzas armadas. Dios dio a los hebreos una columna de nube y de fuego para que supieran día y noche que Él estaba con ellos. Posteriormente y sin ninguna posibilidad de escape de los egipcios, Dios abrió un camino de tierra seca a través del mar rojo. Tiempo después Dios endulzó las aguas amargas de Mara para que el pueblo pudiera beber. Los israelitas recibían todas las mañanas el maná, con el cual hacían tortillas con sabor a miel y por las tardes comían carne por medio de codornices enviadas por Dios. ¡Sin embargo el pueblo continuaba quejándose (Éxodo 17) ¿Sabías que algunos problemas se pueden resolver arreglando nuestras prioridades? Otros pueden ser resueltos con el buen consejo. Pero otros sólo se pueden resolver con la oración la cual silencia nuestros pensamientos y emociones y nos prepara para escuchar. La congregación había tenido sed antes (15.22) y Dios había suplido su necesidad, pero se olvidaron de la misericordia de Dios. Moisés acude al Señor y le pide dirección.  El Señor le instruyó que tomara su vara y golpeara la roca y saldría agua. ¡Y así fue! Esta roca golpeada nos recuerda que Cristo es nuestra roca y la figura central de la historia de la redención. Al morir en la cruz, Él siente el golpe de la vara de la maldición de la ley. 37 años después se presenta una segunda experiencia con una roca (Números 20) En esta ocasión Dios le ordenó a Moisés que le hablara a la roca, pero por decisión propia, la golpeó dos veces. Debido a este pecado, no se le permitió entrar en Canaán. Al golpear de nuevo la roca, Moisés arruinó el tipo: ¡Cristo solo puede morir una sola vez! Dice Hebreos 9: 26 – 28 que Cristo fue ofrecido una sola vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado de muchos.