Todos tenemos problemas y eso es inevitable, pero la forma en que
los abordemos es lo que nos hace diferentes. Ahora, no estamos en este mundo
para corregir nuestras deformaciones, si no para acostumbrarnos a ellas. El verdadero
problema es la incapacidad de reconocerlas y aceptarlas. Al igual que todos los
seres humanos tenemos un modo peculiar de andar, de sentir, de pensar y de ver
las cosas y por más que intentemos corregirlas, jamás lo conseguiremos. Alguien
dijo una vez: “La muerte y yo firmamos un pacto. Ni ella me persigue, ni yo le
huyo a ella. Simplemente algún día nos encontraremos”. Todo tiene su razón de
ser por lo que la tragedia no existe, sino lo inevitable. Solo necesitas
distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo. Y aunque el dolor es
inevitable, el sufrimiento es opcional. Debemos entender que es imposible
evitar lo inevitable y que una manera segura de llegar al desastre es retrasar
lo inevitable. En una ocasión el discípulo preguntó: “Maestro, ¿Cuál es el
secreto de tu serenidad? – Cooperar incondicionalmente con lo inevitable”. La
vida puede acabar en cualquier momento. No sabes cuál será tu última fotografía
o tu última sonrisa. Por eso hay que disfrutar cada día. Si no es ahora,
entonces ¿Cuándo? La vida está llena de “Después”, de “Luegos”. Estando siempre
dispuestos a ser felices, es inevitable no serlo alguna vez…