“Y le presentaban niños a Jesús para que los tocase; … Y
tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.” Marcos
10: 13 – 16. En las Sagradas Escrituras no hay ninguna enseñanza ni ejemplos
que autoricen el bautismo de los niños. El candidato al bautismo debe haberse
arrepentido de sus pecados y haber creído en Jesucristo según Hechos 2: 38 y 8:
36 – 37. Ahora, lo que si nos enseña la Biblia es la presentación y dedicación
pública de los niños a Dios cuyo propósito es ayudar a los padres a apreciar la
responsabilidad de instruir al niño (a) en los caminos del Señor, para que
cuando tenga uso de razón, elija el bien sobre el mal y acepte a Jesucristo
como su Salvador y Maestro. Dios tiene un propósito para la vida de este niño
(a). Encontrar ese propósito y llevarlo a cabo significará el éxito; rechazarlo
o pasarlo por alto significará el fracaso. A la misma vez la iglesia se
compromete, en cuanto le sea posible, a instruir a este niño (a) en su ley y en
su santa voluntad. En un acto solemne, los padres responden algunas preguntas: Delante
de Dios y de estos testigos, ¿prometen ustedes criar a esta criatura en el
temor del Señor? ¿Prometen instruirlo (a) para que conozca a Cristo como su
Salvador personal? ¿Prometen criar a este niño (a) en la práctica diaria de la
oración, y ayudarle a formar el carácter cristiano, y a hacer todo lo que esté
a su alcance para crear en su hogar un ambiente de devoción a Dios? “Por cuanto
ustedes han prometido delante de Dios y de esta congregación dedicar este niño
(a) a Dios, y lo han afirmado con sus propias palabras, los exhortamos a que se
dediquen a esta sagrada obligación con sabiduría, perseverancia y santa
devoción.” (Nombre del niño), te dedicamos a Dios el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. Que el Señor te fortalezca todos los días de tu vida. Amén.