Los ancianos de Israel se juntaron (1 Samuel 8) para ver a Samuel
y pedirle un rey como lo tenían todas las naciones. ¡Dios sabía, que, por
razones egoístas, algún día el pueblo le pediría un rey! Los ancianos querían
leyes, un ejército y un monarca humano en lugar de Dios. El deseo de Israel de
tener un rey no era malo, como sí lo eran las razones por lo que lo querían. Habían
olvidado que Israel había sido llamada a ser una nación santa, separada y única
entre las demás (Levítico 20: 26). Ellos querían administrar la nación con
recursos humanos, aun cuando sólo con la fuerza de Dios podrían salir avante. Cuando
el pueblo de Dios quiere ser como los incrédulos, se está encaminando hacia una
decadencia espiritual. Samuel les hace la advertencia de que al tomar una
decisión hay que evaluar cuidadosamente lo positivo y lo negativo. La próxima vez
que vayas a tomar una decisión contesta las siguientes preguntas: 1) ¿Esta decisión
me bendice? Recuerda que todo te es licito, pero no todo te conviene. 2) ¿Bendecirá
a los demás? Debes ser sensible y jamás herir a nadie o hacerle tropezar. 3)
¿Glorificará a Dios? Cristo merece todo honor en cada aspecto y actividad de
nuestro diario vivir. Cuando tome una decisión importante determine un criterio
lógico basado en la Biblia, examine las alternativas evaluando lo positivo y
negativo de ellas, sea sensible a los demás y ore pidiendo sabiduría en busca
de una decisión sabia.