800 años a. C. Israel disfrutaba de prosperidad económica y de
paz, por lo que se había vuelto materialista y egoísta. Había ricos despreocupados
por los necesitados, ritualistas religiosos sin amor a Dios y con grandes
pecados morales, sociales e idolatría. A través de la historia conocemos a un
Dios, que aun en su ira, es misericordioso. Su pueblo, antes de ser castigado, siempre
era advertido por medio de los profetas. Una vez advertidos no existe excusa para
cuando sobrevenga el castigo. La misericordia de Dios es palpable en la
advertencia y aunque el pecado busca destruir, siempre se encuentra esperanza
al buscar a Dios. ¿El llamado para realizar la advertencia? Amós, un laico
pastor de ovejas y cuidador de higueras silvestres es el designado a realizar la
misión. ¡No era profeta ni hijo de profeta! No tenía preparación, ni crianza ni
educación. Sin embargo, Amós tendría la misión de denunciar la corrupción
social y religiosa de Israel. La negativa del pueblo a volverse a Dios acarrearía
hambre, sequía, plagas, langostas, guerras… Tendrían que enfrentarse quisieran
o no con el único que rechazaron y al que no quisieron obedecer. Amós fue un
hombre valiente, fuerte y honrado que confrontó al pueblo con el pecado y
advirtió del juicio inminente. El mundo de Amós es similar al mundo de hoy.
Amós fue el hombre fiel en la misión de ayer ¿Lo será usted en la misión de hoy?