Mucho hablar y poco saber, te puede echar a perder. El que sabe no
dice todo lo que piensa porque siempre piensa todo lo que dice. ¡Además habla
muy poco! Caso contrario del que habla mucho, siempre sabe poco y solo repite
lo que cree saber. ¿Y para que quiere saber?¡Solo para hablar de ello! Recuerda que
si no sabes de algo tienes dos lindas opciones: o te informas o te callas. El
primer paso de la ignorancia es presumir saber. ¡Creer saberlo todo! Pensar que
uno sabe lo que no sabe, eso es enfermedad. Saber que no se sabe, eso es
humildad. No es lo que tú no sabes lo que te mete en problemas. Es lo que tú
crees saber con absoluta seguridad y simplemente no es así. Saber y saberlo
demostrar es valer dos veces. No critiques, si no sabes. No pretendas saber, si
no entiendes. Cualquier tonto puede
saber, la clave está en entender. La felicidad del entendimiento se funda en el
saber. Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe; es
el verdadero saber. Cicerón decía: “O sabes que nada sabes, o lo ignoras. Si lo
ignoras, no puedes afirmarlo. Si lo sabes, algo sabes”. Es preciso saber lo que
se quiere; cuando se sabe, hay que tener el valor de decirlo, y cuando se dice
es menester tener el coraje de realizarlo. El saber no es suficiente, debemos
aplicarlo. El querer no es suficiente, debemos hacer. Aquellos que tienen el
privilegio de saber, tienen la obligación de actuar. ¿El grado sumo del saber?
Es contemplar el “Por qué”. Sin embargo, la peor batalla es entre lo que se
sabe y lo que se siente.