El día de Jehová es una frase muy común en la Biblia y se refiere
al acontecimiento extraordinario y último de la historia: El juicio final sobre toda maldad y la recompensa
final a los creyentes fieles. Según el profeta Amós (Cap. 5) los israelitas
anhelaban ese día en el que, según ellos, vendrían con él tiempos mejores que
todos disfrutarían. El lamento de Amós se centra en que aquel día sería muy
distinto de lo que los israelitas esperaban. El día de Jehová para los
israelitas era una fantasía escapista, una forma de huir, sin embargo, el
futuro no ofrece perspectivas halagüeñas para los pecadores que no se
arrepienten, por religiosos que sean. A veces la gente se burla de la
ingenuidad de creer en el cielo y el infierno. Muchos cristianos utilizan la
esperanza bíblica del fin del mundo y renuncian a sus responsabilidades
sociales. Debemos entender que somos llamados a ser agentes de cambio en una
sociedad que, al igual que en el tiempo de Amós, se corrompe y se pierde. No se
trata de decir o de sentir, sino de hacer. Jesús dijo: “No todos los que dicen que yo soy
su Señor y dueño entrarán en el reino de Dios. Eso no es suficiente; antes que nada,
deben obedecer los mandamientos de mi Padre, que está en el cielo”. (Mateo 7:
21) No digas que has sido lleno del espíritu porque Saúl también lo fue, ni que
has decidido ser discípulo porque Judas también lo fue. Cuando llegue el último
día, las acciones hablarán más alto que las palabras.