Decimos que: “No hay, peor cosa que poner a un indio a repartir
chicha”, cuando se encomienda una tarea a alguien que no es adecuado o que no
tiene la competencia del caso. Hablo de gerentes, políticos, pastores de
iglesias, etc. Una persona puede ser muy competente y con un claro dominio de
sus labores cotidianas. Sin embargo, esto no quiere decir que deba ser
ascendido a un cargo superior por lo bueno que es en su posición actual. Shakespeare
decía que: “Procurando lo mejor estropeamos a menudo lo que está bien”. Lo más
probable que suceda es que esta persona experimente un descenso en su
profesionalidad que le llevará a ser incompetente en el nuevo puesto. Lo
anterior se conoce como “El principio de Peter”. Esta es una realidad que
afecta gravemente a muchas organizaciones y al rendimiento del equipo de
trabajo. Cabe decir, que esto no tiene nada que ver con el crecimiento
profesional de la persona, sino que está orientado a la colocación errónea de
personas en puestos no apropiados para ellos, bien por su personalidad o escasa
mentalidad de liderazgo o dirección de equipos. Si los puestos de toma de
decisiones y alta responsabilidad están ocupados por personas incompetentes, es
evidente que las decisiones que se tomen, lejos de ser acertadas, causarán
catastróficas pérdidas para la organización. La incompetencia será más dañina
cuanto mayor sea el poder del incompetente. ¡Y después de tantos años, nos
seguimos preguntamos porque las cosas siguen saliendo mal!