Cuando creé los cielos y la tierra les hablé de existir. Cuando
creé al hombre, lo formé y soplé vida en su ser. Pero a ti, mujer, te formé
después de haber soplado el aliento de vida al hombre, porque tu interior es
muy delicado. Permití que un profundo sueño se apoderara de Él para poder crearte
paciente y perfectamente. El hombre fue puesto a dormir para que no
interfiriera con la creatividad. Te
formé de un hueso, elegí el hueso que protege la vida del hombre, elegí la
costilla que protege su corazón e interior y lo yergue y apoya, como tú debes
hacer. Te formé a partir de este hueso, te moldeé, te formé bella y
perfectamente. Tus características son como las de la costilla, fuerte pero
delicada y frágil, provees protección para el órgano más delicado del hombre,
su corazón. Su corazón es el centro de su ser, su interior contiene el aliento
de vida, la caja formada por la costilla se quebrará antes de permitir que se
dañe el corazón. Sostén al hombre como la caja de costillas sostiene al cuerpo.
No vienes de sus pies, para estar por debajo de él, no fuiste tomada de su
cabeza, para estar por encima de él, fuiste tomada de su costado para estar a
su lado y ser mantenida muy cerca de él. Así que, mujer: apoya al hombre, en
humildad, muéstrale el poder de la emoción que te he dado, en suave quietud
muéstrale tu fortaleza, en el amor muéstrale que eres la costilla que protege
su interior.