El libre albedrío es la potestad que el ser humano tiene de obrar
según considere y elija. Esto significa que las personas tienen naturalmente
libertad para tomar sus propias decisiones, sin estar sujetos a presiones,
necesidades o limitaciones, o a una predeterminación divina. El libre albedrío
significa, en suma, que el ser humano tiene libertad tanto para hacer el bien
como para hacer el mal. Y esto, desde luego, tiene sus implicaciones éticas y
morales, pues el individuo que actúa según su libre albedrío es también
responsable de sus acciones, tanto si cuentan como aciertos o como sus errores.
En Génesis 4: 6 - 7 Dios dijo a Caín: “Si haces lo malo es tu culpa. No culpes
a nadie más. Una vez que hagas lo bueno tu rostro cambiará”. Sin embargo, Caín
tomo la decisión errónea de acabar con la vida de su hermano. Según la Biblia,
Dios dio al hombre la facultad para obrar según desee, independientemente de si
sus decisiones son buenas o malas. En este sentido, abundan pasajes bíblicos
que apuntan a la libertad de los hombres para elegir el camino que han de
tomar: si el correcto, que es —desde el punto de vista de la doctrina cristiana—
el de Dios, o el incorrecto, que significa desviarse de Dios. De allí esta
afirmación hallada en Josué 24: 15 “Escoged hoy vosotros a quien servir”. Tenemos,
por libertad de elección la posibilidad de dejarnos llevar por los impulsos del
corazón y por todo lo que vemos, pero debemos recordar que de todo ello Dios
nos pedirá cuentas. (Eclesiastés 11: 9)