Hay algo refrescante y optimista en estas palabras, como el
amanecer de un nuevo día. Puede referirse también al nacimiento de un niño o a
los primeros kilómetros de unas vacaciones. Llenos de promesas, todos los
comienzos despiertan la esperanza y las visiones llenas de fantasía del futuro.
Después de vagar por cuarenta años en el desierto (Josué 1), una nueva generación
está lista para entrar en Canaán. No fue la distancia lo que se interpuso entre
Israel y la tierra prometida: ¡Fue la condición de sus corazones! Los
israelitas se encuentran acampados en el Valle de Arabá en Moab, al este del
río Jordán. Ha llegado el momento y la hora de poseer la tierra anhelada por
tanto tiempo. Hay un nuevo aire en el ambiente, una nueva generación, un nuevo
líder, una nueva oportunidad, un nuevo año. Pero hay algo que permanece
inmutable: ¡Los propósitos de Dios! La promesa dada a Abraham poco menos de 500
años antes permanece inalterable. Sin embargo, el nuevo reto requería esfuerzo
y valentía, obediencia a la ley de Dios y una constante lectura y estudio del
libro de la ley. ¡Entonces harían prosperar su camino y todo les saldría bien! Iniciemos
este año con un nuevo propósito: Obedecer a Dios y seguirlo a donde quiera
llevarnos y a cualquier costo.