La nación de Israel se dividió, en dos reinos, después de la
muerte de Salomón (931 a.C.) Isaías que significa “La salvación es de Jehová” ministró
del 739 al 681 a.C. hasta que, según la tradición, el perverso rey Manasés lo
aserró por la mitad. Isaías ha sido llamado el «profeta mesiánico» ya que
predijo tanto la primera como la Segunda Venida de Cristo. La decadencia moral
y espiritual alcanzó su cima, y era importante para Isaías ver a Dios en su
santidad (Isaías 6). Viendo al Señor y escuchando la alabanza de los ángeles,
Isaías se dio cuenta de que era impuro ante Dios, confiesa sus pecados y
mencionó especialmente sus labios inmundos, producto de un corazón inmundo. El
profeta sabía que no podía predicar con fidelidad a menos que se preparara y el
Señor lo limpiara. Algunos cristianos que se precipitan a servir a Cristo antes
de darse tiempo para conocerlo y ser limpios. El carbón encendido tocó sus
labios y sus pecados fueron perdonados. El carbón no lo limpió, sino Dios. Isaías
ya no siente la carga del pecado; le han limpiado. Ahora Dios puede llamarlo
para predicar su Palabra… Ahora el profeta está listo para salir a trabajar. La
misión no sería fácil, Isaías haría un llamado a dejar de practicar el pecado y
advertir sobre las consecuencias que sobrevendrían si la nación persistía en El.
Israel no estaba en condiciones de oír sus mensajes de pecado y de juicio. Aun así,
el siervo de Dios debe proclamar la Palabra sin importar cómo responda la gente…