El apóstol Pablo
hace mención de la resurrección de Cristo (1 Corintios 15) la cual es probada
por el testimonio de las escrituras y por la aparición a testigos durante 40
días. Tres años más tarde el mismo Pablo fue testigo ocular (Hechos 9) de una
aparición de Jesús después de la resurrección. Si no hubiera resurrección, no
habría salvación, porque ¡un Salvador muerto no puede salvar a nadie! Si Jesús
no hubiera resucitado de la muerte, los cristianos no habrían podido obtener el
perdón de sus pecados y por lo tanto no tendrían esperanza de vida eterna. El
cristianismo depende completamente de la real resurrección del cuerpo de
Cristo; de otra forma, sería un engaño. Cristo resucitó, vive e intercede por
nosotros. Porque resucitó y venció la muerte, también nosotros resucitaremos. Aunque
Cristo no fue el primero en resucitar de la muerte, fue el primero que nunca
volvió a morir. ¡El primero de una gran cosecha que aún no ha venido! ¿Y cómo
resucitan los muertos en Cristo? ¡Igual que las plantas! La semilla plantada en
la tierra muere para llevar fruto, y el fruto, aun cuando se identifica con la
semilla original, es diferente a la misma. ¡Dios le dio un nuevo «cuerpo»! El
cuerpo que se coloca en una tumba se descompone en cambio el cuerpo de
resurrección no se descompondrá, tendrá poder y gloria. ¿Cuándo resucitarán los
muertos en Cristo? Cuando Cristo vuelva, los muertos resucitarán primero, los
vivos serán arrebatados y todos serán transformados. No puede haber victoria en
el sepulcro, porque Cristo un día vaciará las tumbas y levantará a los suyos en
el poder de su resurrección. Dios cambió la aparente victoria de Satanás en
fracaso cuando Cristo resucitó de la muerte. ¡La muerte ha sido vencida y
nuestra esperanza va más allá de la tumba! ¡Gracias a Dios por la victoria que
tenemos en la resurrección de Cristo!