Las matemáticas nos cuentan las historias de amor más tristes.
Existe el amor tangente, aquel cuyas dos líneas o curvas se han rozado en un
punto, como un suave beso, un primer amor o un “si te vi no me acuerdo”. ¡Líneas
que se tocan solo una vez y después se van alejando a la deriva para siempre! Un
reflejo de aquellos que estuvieron juntos pero que tuvieron que separarse para
siempre. Existe también el amor de líneas paralelas, un amor imposible o de
aquellos que nunca llegaron a conocerse. ¡Dos rectas paralelas que nunca
estarán destinadas a encontrarse! Rectas que por mucho que se prolonguen, nunca
se cortan. Como la historia del Sol que amaba tanto a la Luna, que moría cada
noche para dejarla respirar. ¡No tocarse nunca duele lo mismo que no poderse
separar! Aunque algunos suponen que dos líneas paralelas se hacen secantes, es
decir, se cruzan en el infinito. ¡Habrá que armarse de paciencia! Y por último
el amor de líneas asíntotas, cada vez más y más cerca, pero nunca pudieron
estar juntos como un amor platónico, inalcanzable e idealizado. Se desea y se
acerca de manera constante, pero nunca llega a cumplirse. ¡Tienen mucho en común!
Es una lástima que nunca se vayan a encontrar. Es agotador imaginar el besarse
cada noche y saber que solo es eso, una fantasía. Pensarse es, algunas veces,
lo único que les queda o esas ganas imposibles de olvidarse.