Te perdono por querer subestimarme… Jamás te percataste que se más
de lo que digo, pienso más de lo que hablo y me doy cuenta de mucho más de lo
crees. Te perdono por no querer, como la Caperucita Roja, soltar tus miedos. Te
hubieras dado cuenta de que el lobo era parte de ti. Sin embargo, no es tu
culpa que, como muñeco de nieve me acercase a tu hoguera buscando calor, sin
saber que a veces lo que más creemos necesitar es lo que más daño nos hace. Te
perdono porque es la única manera de llenarme de alegría al vaciar el dolor y el
enojo. Te perdono para poder salir de la tormenta. Y cuando la tormenta termine
tal vez no recuerde como lo haya logrado ni como sobreviví. Tampoco estaré
seguro si la tormenta haya terminado realmente. Pero una cosa si es segura:
Cuando salga de esta tormenta, no seré la misma persona que entró en ella. ¡De
eso se trata la tormenta! Te perdono para poder alivianar mi equipaje. No puedo
seguir cargando el peso enorme de la duda y la desconfianza. Decido liberar
estos sentimientos negativos con la misma facilidad con la que me desprendo de
algo que no uso. Te perdono porque sería imposible caminar feliz por la vida
con tantas heridas abiertas. Te perdono porque si no lo hago, Dios nunca me va
a perdonar…