viernes, 2 de noviembre de 2018

Impulsividad


Existen personas que se dejan llevar por sus emociones o impulsos sin reflexionar en las consecuencias de sus actos. Son espontáneas, enérgicas y temerarias. Hablan sin pensar y por arte de magia son “olvidadizos”.  Cometen errores y toman decisiones absurdas que tarde o temprano terminan lamentando. Una persona impulsiva, dominante y gritona, jamás puede aducir que tiene carácter. Al contrario, tener carácter es saber controlarse y poder decir si o no en forma asertiva. Una persona impulsiva interrumpe, responde inesperadamente antes de que se haya concluido una pregunta. Sus respuestas son caóticas y sus reacciones impredecibles. Nunca sabes si te va a amar o te odiará. Si te echará de su vida o te pedirá que no te vayas nunca. Logran herir con muy pocas palabras o hechos y pocas veces se arrepienten. Y en algunos casos ¡se arrepienten cuando el daño está hecho y es muy tarde para remediarlo! La impulsividad los lleva a autoengañarse en una pronoia que les hace creer que todo el universo conspira a su favor produciéndoles ataques repentinos de optimismo e incrementos de buena voluntad. No podemos esperar nada bueno cuando dejamos que la impulsividad domine nuestras emociones. Por tanto, antes de actuar, escucha. Antes de reaccionar, piensa. Antes de criticar, espera… ¡Antes de que sea tarde!