domingo, 18 de noviembre de 2018

Hablemos claro


Existen dos causas que producen todas las confusiones: No decir lo que pensamos y no hacer lo que decimos. Por eso es mejor hablar claro que bonito sin ser explosivo, insultante y prepotente. No hay nada más admirable que una persona que habla claro desde el principio. Que son honestos con lo que sienten y piensan y se muestran tal y como son. Al pan le llaman pan y al vino le llaman vino, ¡Llaman a cada cosa por su nombre! El alma libre es rara, pero la identificas cuando la ves: Básicamente porque te sientes a gusto, muy a gusto, cuando estas con ella o cerca de ella. Quien habla claro, piensa claro y obra claro. Algunos tienen una manera de hablar que más bien les sirve para ocultar que para decir. ¡Al final caen en desgracia! Quien es incapaz de hablar claro debe callar hasta poder hacerlo. Madurar es desarrollar la capacidad de decir la verdad sin tener ningún miedo a las consecuencias y aun sabiendo que lo perderá todo. No se necesitan muchas palabras para hablar claro y decir la verdad. Simplemente es decir “fui yo” y asumir su responsabilidad. Si no queremos ser vencidos por hablar claro y de frente, seremos vencidos por el error. Coincido con Aristóteles cuando dijo: “No basta solamente con decir la verdad, más conviene mostrar la causa de la falsedad”. De ahí que también, es imprescindible conocer la verdadera motivación que hay detrás del engaño. ¿Por qué no dijiste la verdad? ¿Qué te motivó a mentir? Hablemos claro o esos silencios te harán ruido toda la vida…