domingo, 25 de noviembre de 2018

Perder el tiempo


Hubo un tiempo en que había tiempo para perder el tiempo. ¡Ya no! Lamentablemente, la vida es muy corta y a mi edad el tiempo cuenta. No es que tenga poco tiempo, sino que pierdo mucho. Por ejemplo, dejé de sentir celos cuando vi que personas como yo, hay muy pocas. Cuando me di cuenta lo mucho que vale mi presencia. Cuando vi que ninguno es competencia, pero lo más importante, cuando aprendí que cada quien habla con quien quiere hablar, escucha a quien quiere oír y está donde y con quien quiere estar. Si hasta el día de hoy he confiado, demostrado y esperado sin resultado alguno, es momento de callar, irme y no perder tiempo. ¡A estas alturas hasta enojarme es perder tiempo! Debo conocer la diferencia entre tener paciencia y perder mi tiempo. Pablo Neruda se preguntaba: “¿Cuál será la diferencia entre tener paciencia para nada y perder el tiempo?". Si sé que algo nunca llegará y sigo esperando es perder el tiempo. Y qué manera de perder el tiempo ¿NO? ¿Qué sentido tiene perder el tiempo en cosas malas? ¿Sinsabores, dudas, incertidumbre, desgaste, dolor o soledad? He aprendido que solo hay dos cosas que puedo perder: el tiempo y la vida. La segunda es inevitable, ¡La primera imperdonable! Por eso, a partir de hoy, en vez de restar días, sumaré experiencias y cambiaré todo aquello que me hace perder el tiempo por aquello que me haga perder la noción del tiempo. Ojalá que cuando me digan te quiero no coincida con el día en que deba decir ¡Te quise!