Usted sabe mi
nombre, pero no mi historia. Ha oído lo que dicen que he hecho, pero no por lo
que he pasado. Sabe dónde estoy, pero no sabe de dónde vengo. Me ve riendo,
pero no sabe lo que he sufrido. Así que le pido que deje de juzgarme, porque
saber mi nombre no implica conocerme. Yo conozco muy bien mi propia historia,
por lo tanto, soy el único que puedo juzgarme, criticarme y aplaudirme cuando yo
quiera. Así que, si usted no sabe todo por lo que he pasado, ni lo que hice, no
se atreva a juzgarme. No ha nacido… quien pueda juzgar mis errores, mucho menos
si no puede juzgar los suyos propios. No me hace sentir mal quien dice cosas malas
de mi como si me conociera. ¡Los perros ladran cuando no conocen a las
personas! Si me conociera primero, se sorprendería. No ha nacido… quien pueda
hablar acerca de aquellas cosas que no ha visto ni le consta. Debería
asegurarse primero de tener sus manos limpias. Cuando quiera le presto mis
zapatos, ya que solo así entendería mi comportamiento. No ha nacido… quien
defina quien soy o como soy. No le permito a nadie que cuestione mis decisiones
sino conoce mis razones. ¡Busque la verdad antes de lastimar! Si yo no soy
nadie para juzgarle ¿Quién es usted para juzgarme? No suponga, no de nada por
hecho, si tiene duda… ¿Por qué no pregunta? Suponer e inventar cosas a partir
de medias verdades solo envenenan su alma. Avíseme cuando quiera preguntarle al
lobo la otra mitad de la historia y no se quede solo con el cuento de la
Caperucita Roja, tierna y desvalida. Que le quede claro… No ha nacido quien me
diga que elegir o que rechazar. Eso lo hare en función de mi persona. ¡Fin del
tema!