Tu boca es un indicador de lo que hay en tu corazón. Por eso es
importante que hagas un alto y que te escuches. Recuerda que de la abundancia
del corazón habla la boca. Y las palabras no se las lleva el viento. La lengua
es una espada de doble filo, con ella podemos bendecir o maldecir, edificar o
derribar, animar o abatir, transmitir vida o muerte, aceptar o rechazar,
perdonar o condenar. Si te pasas la vida llorando y maldiciendo, eso será tu
vida. Mejor cambia el rumbo; sonríe, bendice y podrás tener paz. Cada vez que alguien
te maldice, se activa la bendición de Dios para tu vida. Dios cambia la maldición
en bendición porque Él te ama. ¡Y lo que Dios bendice, no lo maldice nadie!
Nadie derrumba a quien Dios levanta. Nadie derrota a quien Dios protege. Nadie avergüenza
a quien Dios respalda. De Dios es la venganza… El pagará. Peor aún, ¡Dios
maldecirá a los que te maldigan! Lo único que debes hacer es amar a tus
enemigos, bendecir a los que te maldicen y perdonar a los que te hieren. Si lo
haces, tal vez, todo el que te dañe alcance misericordia divina…