Fue una noche del mes de noviembre… una noche inolvidable para
ambos... Una noche silenciosa de perfección y simetría de dos cuerpos
abrazados. Entre suspiros dejaron transcurrir el tiempo sin nada más que seguir
ligados a sus bocas. Esa noche se castigaron con todo el poder de su pasión. Se
besaron toda la noche hasta que se hizo el día. ¡Pero qué noche la de aquel día!
Esa noche no tenían ganas de acostarse, solo de recostarse y simplemente
respirarse. Esa noche no importó que se apagaran las luces de las estrellas
porque se podían ver en la oscuridad solo con la luz de sus ojos. El la miró y
le dijo – “Quítate la ropa, tenemos que hablar… ¿Qué te parece si pones el
cuerpo y yo las caricias? ¿Tú pones los besos y yo la magia? ¿Tú pones tu
corazón y yo mi alma? Ven, arruguemos las sabanas, abrázame que esta noche
quiero dormir cerca del cielo.” Poéticamente hablando sus cuerpos empezaron a
rimar. No fue solo amarse una noche entera con pasión, sino que dejaron una
interrogante para un próximo encuentro. ¿Volverían a verse? ¿Esta primera vez sería la última? Es extraño,
no concordaban mucho, pero a pesar de sus diferencias, tenían algo importante
en común. Estaban locos el uno por el otro y esa noche, sin saberlo, quedaron
sellados de por vida. Hoy, donde quiera que se encuentren brindan por el
recuerdo de una noche de noviembre… brindan por lo que ambos saben y los demás
ni se imaginan…