Ovidio dijo: “Bene vixit, qui bene latuit: Vive bien quien bien se
oculta”. Pareciera ser que en el mundo
actual esta es la consigna cuando existe la facilidad de enfrentarse a
situaciones peligrosas cuando se intenta nadar contra la corriente. El desacuerdo
se considera ofensivo porque es una condena de los puntos de vista de los demás
por lo que a veces es mejor no combatir las opiniones de otros; porque aunque
alcanzaran la edad de Matusalén, nunca terminarán de corregirles todas las
cosas absurdas en que creen. También es bueno evitar corregir los errores que
la gente comete en la conversación, por muy buenas que sean nuestras
intenciones. Porque es fácil ofender a la gente, y difícil, si no imposible,
reconciliarse. ¡Tenga cuidado! El hombre que llega al mundo con la idea de que
instruirá a todos en temas de la más alta importancia podrá a agradecer a su
buena estrella si escapa con vida. “Mira a tu alrededor –dijo el ciudadano-
Este es el mercado más grande del mundo”. “Oh, no, no lo es”, contestó el
forastero. “Bien, quizá no el más grande –dijo el ciudadano-, pero si el mejor
de todos”. “Por cierto que usted se equivoca –replicó el forastero—Yo le puedo
asegurar…” Al anochecer le dieron sepultura al forastero. Por eso el hombre sabio evita que lo contradigan, con el mismo cuidado con
que evita contradecir. Y aunque muchos digan que el pensamiento es libre, a
veces es mejor retirarse al santuario del silencio.