martes, 9 de enero de 2018

Consejo de amigo


Un león corría tras una gacela por un valle. Ya casi le había dado alcance, y con ojos ansiosos gozaba de antemano de una comida segura y satisfactoria. Parecía imposible que su víctima escapara, pues un profundo cañón bloqueaba el camino tanto para el cazador como para el cazado. Pero la ágil gacela, recurriendo a todas sus fuerzas, cruzó el abismo de un salto y se detuvo inmóvil en el rocoso acantilado, del otro lado del cañón. Nuestro león se detuvo en seco. En ese momento, un amigo suyo pasaba por allí. El amigo era el zorro, que le dijo: “¿Cómo? No me digas que con tu fuerza y tu agilidad te darás por vencido por una débil gacela. Con solo recurrir a tu fuerza de voluntad, podrás lograr milagros. A pesar de que el abismo es profundo, estoy seguro que, si te lo propones de verdad, podrás saltarlo. Sin duda puedes confiar en mi desinteresada amistad. No te incitaría a exponer tu vida si no estuviese tan seguro de tu fuerza y tu destreza”. La sangre del león comenzó a hervirle en las venas. Se lanzó al espacio con toda su fuerza. Pero no logró cruzar el abismo, cayó sin remedio y se estrelló contra el fondo. ¿Y que hizo su querido amigo? Con cautela bajó hasta el fondo del cañón, y allí, en el espacio abierto, al ver que el león ya no quería ni elogios ni obediencia, se dispuso a rendir los últimos tristes tributos a su amigo muerto. Al cabo de un mes, de éste solo quedaban los huesos. (Ivan Kriloff)