Todos odiamos ese pequeño nudo en la garganta que no deja decir lo
que queremos, que nos cristaliza los ojos y nos avisa que estamos a punto de
llorar. Un mar a punto de desbordarse, de ahí su sabor a sal… Un nudo en la
garganta y el insomnio no da tregua, solo derramas lagrimas sobre tu almohada.
Cuando las cosas se rompen, no es el hecho de que se rompan lo que impide que
vuelvan a repararse. Es porque pequeñas piezas se han perdido, los extremos ya
no pueden encajar otra vez aunque quisieran hacerlo, toda la forma ha cambiado…
Si mi sonrisa mostrara el fondo de mi alma, mucha gente al verme sonreír
lloraría conmigo. ¿Y lo peor de todo? Fingir que todo está bien… aunque tenga
roto el corazón, la mirada cansada y un nudo en la garganta que duele más que
si me estuvieran ahorcando. Un nudo en la garganta que me asfixia y no me deja
respirar como consecuencia de no sacar lo que duele a tiempo: las lágrimas, las
personas, las palabras… Lo que no decimos se nos acumula en el cuerpo, se
convierte en nostalgia, en error, en duda, en insatisfacción. Lo que no decimos
no se muere… nos mata con un nudo en la garganta. Una sensación de tristeza
cuando crees que nada tiene sentido en esta vida. Alguien sabe ¿Cómo se
desenreda un nudo en la garganta? ¿Respirar hondo? ¿Tratar de calmarme? ¿Mirar
al cielo y decir: No me voy a poner mal? Que alguien me diga quien conoce un
trago más amargo que tragar un nudo atado a su garganta.