martes, 9 de enero de 2018

Lo que hagas, hazlo con audacia


La mayoría somos tímidos. Queremos evitar tensiones y conflictos y deseamos que todos nos quieran. Quizá consideremos realizar acciones audaces, pero rara vez las llevamos a cabo. Tenemos temor a las consecuencias; de lo que los demás podrían pensar de nosotros, de la hostilidad que generaremos si nos atrevemos a ir más allá de lo habitual. Cuando Cristóbal Colon propuso a la corte española que financiara su viaje a las Indias. También exigió, en delirante audacia, que le otorgaran el título de “Gran Almirante de los Mares”. ¡La corte accedió! El precio que fijó fue el precio que obtuvo: exigió que lo trataran con respeto, y lo consiguió. La timidez no es natural, al contrario, es un hábito adquirido a partir de un deseo de evitar conflictos. El valor se reduce con la timidez y se crea un círculo vicioso de duda y desastre. 1 Samuel 17: 45 y 46 cuenta la historia de un pequeño y joven pastor hebreo que desafió a un gigante filisteo de 2,9 metros: “Entonces dijo David a Goliat: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.” Goliat fue derrotado y herido con una honda y una piedra y muere decapitado con su propia espada… ¡Lo que hagas, hazlo con audacia!