jueves, 18 de enero de 2018

Seduccion II

La hacía sentir más estimable al escribirle poemas y entonarle bellas canciones, porque ningún trovador podría triunfar sin una cualidad estética o espiritual para impresionar a su dama. El no permitía que sus propias ocupaciones se inmiscuyeran en la fantasía del cortejo. La intensa atención halagaba enormemente su vanidad femenina, al ser escrupuloso en la atención de los detalles lo cual indicaba cuanto la pensaba. Un hombre así es odiado por otros caballeros, porque las mujeres empiezan a esperar que ellos se ajusten al ideal de paciencia y atención que él representa. ¡Pues nada es más seductor que la paciente atención! Esto hace que la aventura parezca honrosa, estética y no meramente sexual. Además, Él le sugería algo a lo que ella debía aspirar y le manifestaba su fe en un desaprovechado potencial que veía en ella. Le hacía desaparecer todas sus imperfecciones sacando a relucir sus nobles cualidades, la encuadraba en un mito, la divinizaba, la inmortalizaba… Él era un enigma. Su vida privada y su personalidad siempre estuvieron envueltas en el misterio. El compartía muchos rasgos femeninos sin perder su identidad masculina. ¡Esta ambigüedad la estremecía! La cortejaba como lo haría una mujer si fuera hombre: pausada y considerablemente, prestando atención a los detalles, fijando un ritmo en vez de apresurar la conclusión. Cuanto más sutilmente femenino se volvía, más eficaz la seducía: Cuidadoso en su apariencia, grato, elegante y con cierto grado de coquetería pero devastadoramente masculino… (Continuará)