A medida que pasan los años, los rechazos y fracasos que sufrimos
van demarcando límites que nos autoimponemos. Comenzamos a agacharnos y hacer
reverencias y a disculparnos hasta por el menor de los pedidos que formulamos.
La solución está en asumir una actitud opuesta y utilizar “La Estrategia de la
Corona”: Si creemos que estamos destinados a realizar grandes cosas, nuestra
convicción irradiará su brillo de la misma manera en que una corona crea un
aura en torno de un rey. Esta aura deslumbrará a quienes nos rodean, que se
convencerán de que tenemos razones fundadas para sentirnos tan confiados. La
gente que lleva corona pareciera no tener un sentido interior de las
limitaciones con respecto a lo que pueden llegar a lograr. Esto también se
irradia hacia afuera. ¡Los limites y las fronteras desaparecen! La corona podrá
diferenciarlo de los demás, pero de usted depende que esta distinción sea real:
deberá actuar de manera diferente y demostrar que es distinto de quienes lo
rodean. Sin embargo, no confunda el porte real con arrogancia porque esto último,
aunque parezca privilegio de reyes sólo delata inseguridad. Baltasar Gracián
dijo: “Haga que todas sus acciones, aunque no sean las de un rey, resulten, en
su propia esfera, dignas de un rey. Sea sublime en sus actos, elevado en sus
pensamientos. Y en todo cuanto haga demuestre que merece ser rey, aun cuando no
lo sea en realidad”. Una forma de enfatizar su superioridad consiste en actuar
siempre con dignidad, sean cuales fueren las circunstancias…