Todo individuo tiene un punto débil, una fisura en la muralla que
rodea su fortaleza. Por lo general, esa debilidad es algo que le causa
inseguridad, o una emoción o una necesidad que lo supera. También puede ser un
pequeño placer secreto. Algunas personas demuestran abiertamente sus
debilidades; otras tratan de disimularlas. Quienes las disimulan suelen ser los
que más rápidamente se desmoronan cuando alguien encuentra un hueco en su
armadura. Sigmund Freud decía que: “Ningún mortal puede guardar un secreto. Si
sus labios callan, parlotea con las yemas de los dedos; se delata a través de
todos los poros”. ¿Sabía que la mayoría de las debilidades se generan en la infancia,
antes de que el yo construya defensas para compensarlas? A medida que el niño
crece, esa flaqueza puede reprimirse, pero nunca desaparece. Otra debilidad se
hace manifiesta en aquellos que hacen alarde de coraje cuando en realidad son
grandes cobardes. Otros son presa de inseguridad e infelicidad así como de emociones
incontrolables como el miedo paranoico, la lujuria, la codicia, la vanidad o el
odio. Ya que todos procuramos ocultar nuestras debilidades; es muy poco lo que
revela el comportamiento consciente de una persona. Sin embargo, tarde o
temprano el talón de Aquiles queda al descubierto... Jesús dijo: “Todo lo secreto tarde o temprano se descubrirá, y
todo lo oculto saldrá a la luz y se dará a conocer a todos”.