Había una vez un hombre muy original, que
deseaba atrapar su propia sombra. Daba un paso o dos en dirección a ella, pero
ella se alejaba al mismo tiempo de Él. Aceleró el paso y la sombra hizo lo
mismo. Por fin, echó a correr; pero cuanto más rápidamente avanzaba, tanto más
veloz corría también la sombra, negándose a entregarse, como si fuese un
valioso tesoro. ¡Entonces pude observar algo muy interesante! Nuestro
excéntrico amigo se volvió de pronto y se alejó de su sombra y enseguida miró hacia
atrás: ¡Ahora la sombra corría tras El! A partir de este suceso, aprendí que la
Fortuna nos trata de forma similar. Un hombre trata con todas sus fuerzas de
alcanzar a esa evasiva diosa y solo pierde su tiempo y sus esfuerzos. Otro, en
cambio, da toda la impresión de huir de la Fortuna; pero no: es ella quien se
complace en perseguirlo. (Ivan Kriloff).