miércoles, 10 de enero de 2018

El poder de un sìmbolo


Recurrir a las palabras para presentar una causa es una actitud arriesgada: las palabras son instrumentos peligrosos y a veces no dan en el blanco. Las palabras que usa la gente para persuadirnos nos invitan a traducirlas a nuestros propios términos; las reformamos y a menudo terminamos por interpretar lo opuesto de lo que nos han dicho. (Esto forma parte de nuestra perversa naturaleza). Lo visual, en cambio, tiende un puente sobre el laberinto de las palabras. Nos impresiona con un poder emocional y una inmediatez que no dejan espacios para la reflexión o la duda. Sun Tzu decía que: “Las palabras no son escuchadas, por eso se hacen los símbolos y los tambores”. Las palabras nos ponen a la defensiva. La imagen, en cambio, se impone por sí misma, como algo dado. Desalienta las preguntas, genera asociaciones poderosas, resiste interpretaciones equívocas, comunica al instante y forma lazos que trascienden las diferencias sociales. Las palabras generan discusiones y divisiones. Una imagen une a la gente. Queda clara la predominancia de la vista sobre los demás sentidos. Como decía Gracián: “Por lo general, la verdad, se ve, muy rara vez se oye”. El concepto abstracto del símbolo: amor, redención, sufrimiento, valor, humildad, etc., está cargado de asociaciones emocionales y poderosas.