Muchas veces se evita la verdad porque suele ser dura y
desagradable. Nadie quiere recurrir a la verdad ni a la realidad, salvo que esté
dispuesto a enfrentar la ira que genera la desilusión. La vida es tan dura y problemática
que aquellas personas capaces de inventar ilusiones o conjurar fantasías son
como oasis en el desierto: todos van hacia ellas. Tan grande es el poder de una
ilusión que echan raíces en nuestra mente, sobre todo en tiempo de escasez y
decadencia. La gente raras veces llega a creer que sus problemas se deben a sus
propios errores y estupideces. Algo o alguien tiene la culpa: el otro, el
mundo, etc. y por lo tanto están seguros de que también la salvación vendrá de
afuera. De ahí que muchos se convierten en fuente de placer para quienes los rodean,
y el placer surge del arte de adecuarse a las fantasías de la gente. David Hume
decía que: “Nadie debe desesperar de ganar seguidores para su hipótesis más
extravagante, siempre y cuando tenga la capacidad artística de presentarla bajo
la luz más favorable”. La persona capaz de armar una fantasía a partir de una
realidad deprimente tiene acceso a un poder enorme al cautivar a las masas. Cuidado
con aquellos que ofrecen la Luna. Inalcanzable, de forma siempre cambiante,
desaparece y reaparece. La miramos, la soñamos, nos asombramos y la ansiamos.
Nunca es conocida y continuamente genera sueños que al final son solo ilusiones
y fantasías…