Él tenía una fuerza de atracción capaz de cautivarla provocándole emociones
que no podía controlar. Tocaba su inconsciente y sus deseos reprimidos que clamaban
por ser liberados. Le transmitía una sensación de oscuridad y riesgo, al sugerirle
que participaba de algo raro y estremecedor. Aunque ella adivinaba a todas
luces sus intenciones, no le quedaba más remedio que ceder porque la hacía
arder de pasión. El la conocía, la había acompañado en sus estados de ánimo, había
indagado lo que a ella le hacía falta en la vida y se lo daba: Alguien que
sacrificara tiempo y comodidad para una conversación seria, para tratarla como
una dama, para poseerla… Cual amante ideal le daba vida a sus fantasías y la hacía
caer bajo su hechizo. Un hechizo que requería esfuerzo por parte de El
concentrado intensamente en ella y sondeando sus carencias: ¡El motivo de su desilusión
e insatisfacción! Su paciencia y atención en los detalles la hacía estremecer. ¡Él
se había convertido en un oasis en su desierto! Ella se dejaba rendir sin
oponer resistencia a la tentación de seguirlo por la afinidad que tenía a sus
deseos y una disposición absoluta a dar vida a sus fantasías ¡Siempre empeñado
en agradarla! Apelando a lo mejor de ella, no solo su lado físico, sino a un
plano más alto de belleza, haciéndola sentir noble y espiritual. (Continuará…)